5.11.11

La tormenta

Bajando por la cañada comenzó a sentir la brisa en la cara. Miro al cielo y vio que el sol se ocultaba y el azul se tornaba gris. Entonces apretó el paso para ganarle a la tormenta. Se sabia aun lejos de su jacal y pronto la vereda se convertiría en un arrollo de aguas revueltas con barro y rocas de la montaña. Su perro lo seguía y también intuía que se venía la lluvia. Cuando les cayo el primer chipi chipi empezaron a correr loma abajo, a lo lejos se miraba el jacal casi al pie de la loma, el hombre le gritaba al perro – ándale Duque que nos lleva la jodida si no llegamos antes de que caiga el chubasco- Y el perro parecía hacer caso y corría mas veloz, perro de campo al fin sabia bien el terreno que pisaba.De pronto y sin dar tiempo a nada cae la tromba. Se sueltan los ventarrones y comienza el aguacero que después se convierte en una granizada tremenda sin darle al hombre tiempo de resguardarse en algún tronco hueco. Como pudo saco su machete de la funda y cortó unas ramas de palma para cubrirse el Duque corría loma abajo cuando se escucho un trueno que parecía que se les caía el cielo encima. El hombre resbala y suelta el costal se levanta enlodado y sigue corriendo loma abajo pues presiente que pronto se empezara a venir encima el arrollo de lodo, piedras y troncos arrancados por la corriente. Empieza a desesperarse por llegar a su jacal esta su mujer y sus hijos solos, lo han estado todo el día pues había que salir a buscar algo para comer la milpa no había dado nada y no quedaba otra más que lo que se cazaba en el monte. Cuando casi llega al plan ve que su choza aun seguía en pie pero su parcela estaba ya inundada tanto esfuerzo, tanto trabajo para que la madre tierra, la madre que tanto veneraba le jugara una mala pasada mandándoleEse aguacero de los mil demonios. El Duque seguía corriendo barranca abajo, se le había adelantado como por doscientos metros cuando de pronto el hombre vio como su perro caía en una zanja Que separo la brecha poco antes de llegar al plan. Corrió mas rápido y salto dentro abrazo a su perro para revisar que no se haya lastimado pero al abrazarlo el Duque lanzo un aullido de dolor, una de sus patas delanteras estaba fracturada. Lo levanto en bilo lo puso en la orilla y después salio el con algo de trabajo pues las paredes de la gruta estaban resbalosas. Ya afuera se vio en la necesidad de llevarse al Duque cargando y así lo hizo con mucho cuidado lo abrazo y volvió a correr hacia la choza que ya para entonces se empezaba a inundar. Cuando por fin llegaron su mujer y sus hijos aun estaban dentro tomo la escalera y los trepo a los tres al techoVolvió a cargar con mucho cuidado al perro y se lo dejo a su mujerDespués bajo y con el agua a la cintura busco los documentos y cosas de valor, un botellón de agua y algo de comida que tenían en la mesa. Tomo unos palos y garras y volvió a subir con todo lo que llevaba. Logro subir le dio los papeles a su mujer y la comida a sus hijos, de inmediato le entablo la pata al Duque después tomo un poco de agua y se sentó a esperar a que escampara y los fueran a rescatar.
Continuara

20.10.11

De'sas tres...

Nonono, de sastres. No, no, desastres. Sí.
Soy desastre natural. A ratos me asalta el individualismo cínico, el saberme centro del universo. Entonces, si todo sale bien y me siento más desastrosa que nunca (siempre, todo desastre es el peor, en tanto sea el actual), puedo permitirme hacer alguna analogía con mi nombre. Me llamo Lluvia.
Pero ese impulso de explotar mi nombre de desastre en potencia (en putencia, if you will) desaparece enseguida, cuando sucumbo a mi estúpido vicio devastador de pensar en los demás, siempre pensar en los demás. Los demás también deben, en algún momento, sentir que son desastre natural, y no todos se llaman Lluvia.
Resulta que no, Lluvia, no eres la única que de repente se da cuenta de que en todas las fotos de cierta fecha para acá sale acompañada de alguna tristeza, por mínima que sea, quizá asomándose desde sus ojos, o de una sonrisa fingida, en medio de un abrazo por compromiso, colgada de un par de cachetes que cada vez van más para abajo, escondida entre algún mechón de canas o abrigándose en una barba que no debería salir (porque chingadamadre,alasniñasnolesdebesalirbarba), o apoltronada a lo mejor, en un par de senos que no deberían ser tan voluminosos (porque chingadamadre,losniñosnodebentenersenos).
La edad. La vejez, que no necesariamente es sinónimo de desastre, pero por sentido común, a mayores lapsos, más probabilidades hay de que a una le pasen chingaderas de esas que a todos nos pasan diferente pero nos desastran igual. Es natural.
Desastrar no es verbo, me informan. Mejor todavía: más natural.
Sucesos evidentes o apenas perceptibles, de esos que sólo se alcanzan a concebir como desastres hasta que una da algunos pasos hacia atrás y ve todo el panorama. Estamos madreados, y estas fundaciones, patronatos, asociaciones civiles, deductoevasores de impuestos no hacen nada por ayudarnos. Porque nuestros desastres no son tan escandalosos y porque posiblemente sean iguales a los que ellos mismos son.
Se es desastre para los demás y se es desastre en sí, para sí, para así desastrar un poquito más a los demás, ese vicio doblemente devastador de pensar siempre en los demás, les digo. Devastador para mí, devastador para ti, es como una canción Barney emo.
Pero no toda lluvia es desastrosa, me diremos yo y todas las lluvias, quizá también alguno que no sea Lluvia. Están las lluvias salvadoras que llegan justo a tiempo para evitar o deshacer desastres, de esos que duran incluso años en formarse, o que duran años ya formados sin que nadie se dé cuenta hasta que alguien pasa por allá, o da unos pasos hacia atrás y ve el panorama. Estamos madreados, y estas fundaciones no hacen nada, pero está la lluvia, siempre.
Agua que cae del cielo, y todo lo lava y lo deja bonito, si no lo lava de más. O si no es de terciopelo o de papel, pero qué andan dejando ropa de terciopelo y documentos importantes a la intemperie.
Con suerte, de repente en las fotos, en lugar de tristezas, empiezan a salir sonrisas escondidas. Asomándose por algún botón que se niega a cerrar satisfactoriamente la blusa o el pantalón, bien apretada en algún abrazo de verdad, o en algún mechón de cabello que se rebela y no queda bien aplacado, o por qué no, desde alguno muy bien portadito que sale peinado en las fotos. O en un brillito de esos en forma de equis que forma la luz en el agua o en el aire.

Sólo es cuestión de esperar con la cámara lista y a lo mejor un poco de latas de comida y agua de lluvia almacenada.

5.10.11

Desastres naturales

El vuelo de tu falda crea huracanes
Y yo solo quiero que me lleve tu vendaval.
El torbellino de tus palabras
Me arrastra hacia nuevos campos,
Campos verdes donde crece la hierba
Regada por las tormentas que crean mis besos.
Tus manos al acariciarme producen sismos de placer y yo solo me pierdo en el temblor de tus caderas.

19.9.11

Aqui no hay calle

Rindo la rienda y aprieto el paso
clavo la espuela y el cuaco corre
abro mis brazos y me siento libre
aprieto mis piernas y él corre más y más
cierro mis ojos y sólo siento
siento que vuelo a lomo de corcel
el taste se abre y el solo corre
no hay meta sólo horizonte.
Aquí no hay calle.

16.9.11

Calle

Calle, en agosto sola y vacía los días de calor extremo.

Calle, con peatones y vagabundos, con turistas y vecinos, con taxistas que esperan y semáforos que abren. Testigo de muertes , testigo de encuentros. Escenario de besos y escenario de robos.

Calle, tu peatón te explora, tu vagabundo te vive.

Calle, el turista te descubre, el vecino te disfruta.

Calle, nos hablas de historias que sucedieron, de vidas que llegaron , de existencias que se truncaron.

Calle, padeces al vándalo y al político.

Calle, acoges al preso liberado, al niño que juega, al anciano que pasea, al adulto camino al trabajo.


13.9.11

Caraguapa

Onde va caraguapa por la calle que lleva al parque,
Calle onde me siento a ver la vida pasar,
Calle onde alguna vez te vi.
Onde va caraguapa, con ese andar
tan vivo,
con ese andar que hace que la calle vibre.
Onde va caraguapa por la calle,
calle de mi casa, casa onde vivo.
Onde va caraguapa.

12.9.11

Calle

Calle, a la hora que atardezca, que casi siempre tiene nombres distintos, casi siempre nombres de números. Calle, a las siete veintiséis, calle a las ocho y media, calle a las cinco cuarenta; calle al atardecer, en alguna banca, en alguna banqueta, caminando a tomar el taxi, caminando para alejarse de los taxistas, caminando a comprar algo de comer, caminando al baño, esperando que llegue alguien que no llega, manejando para llegar a donde alguien ya casi no espera. Digo calle a esa hora, a falta de alguna playa, a falta de algún arroyo, un cerro, algún jardín japonés con sus laguitos y su sushi, claro, o de algún parque canadiense con sus otros laguitos y sus arces, o de algún desierto, con sus sahuaros verdes jugando a ser negros frente al fondo rojo y naranja.
Digo calle a esa hora porque hay que aprovechar la brisita que justo en ese momento se acuerda de su propia existencia y recuerda también que puede soplar, y viene fresca, anunciando quedito que el aire aún es aire y que respirar aún es... bueno.
Al atardecer, calle, aunque sea unos minutos.
Cuando llueva, calle. Aunque sea desquiciada, aunque sea para asegurarse de que el arca sigue ahí, donde se guarda para alguna emergencia bíblica, y que los animales no se han comido entre sí, o que los nacos no la han graffiteado con leyendas como Señor Delegado para Diputado por el distrito 459, porque cuenta la leyenda que ésas no se salvan nunca. Dicen. Calle cuando llueva, para escuchar más claramente, la lluvia tiene un ritmo que cambia a capricho de las nubes, que seguramente algo quieren decir, pero ya tenemos suficiente con intentar entender lo que pasa acá abajo como para meternos en esos asuntos. Pero suena bonito, eso sí. Shhhhhh, o tap tap tap tap tap, o no sé qué jodido sonido tenga la lluvia.
Calle cuando la multitud aquí adentro abruma; calle cuando la soledad aquí adentro abruma. Calle cuando haya que celebrar algo, calle cuando nos la estén queriendo ganar, calle para saciar ímpetus exhibicionistas incipientes, o para conciliar el voyeurismo con la imaginación.
Calle también para coincidir con algún amigo, conocido, alguna infatuación y/o alguna persona non grata, y decir luego qué sorpresa o qué milagro, o qué bien o qué mal te ves, o te oyes, según se sea ciega o no.
Pero calle, sobre todo, cuando haya soñado que la pareja de alguna amiga o algún amigo se le acostaba encima y sentía bonito, bonito. Calle y procure, si se la encuentra ahí, no echársele encima para ver si sí era cierto.
Mucho menos en la calle.